Frente a este panorama, la reacción natural podría ser miedo o desesperanza. Pero el propósito de este libro no es producir terror, sino llamar a una decisión. Dios no nos mostró estos eventos para paralizarnos, sino para despertarnos. El verdadero refugio no está en cuentas bancarias, búnkers ni estrategias humanas, sino en una entrega total a Jesucristo. Hoy, mientras la puerta de la gracia sigue abierta, el llamado del cielo es claro: volver a la Palabra, obedecer los mandamientos de Dios, abrazar la fe de Jesús y salir de toda Babilonia espiritual.
La preparación para lo que viene no es principalmente técnica, sino espiritual. Se resume en tres palabras: fe, obediencia y consagración. Fe, para confiar en las promesas de Dios cuando todo parezca derrumbarse. Obediencia, para honrar Su ley aun cuando el mundo entero vaya en dirección contraria. Consagración, para vivir cada día como propiedad de Cristo, permitiendo que el Espíritu Santo moldee el carácter, limpie la vida y nos selle para el día final.
Y, sin embargo, el mensaje central de este libro no es la fuerza del enemigo, sino la victoria de Cristo. El sistema mundial final caerá, Babilonia será juzgada, el poder humano se desplomará y el Reino eterno de Dios llenará la tierra. Del otro lado de la crisis no hay oscuridad, sino cielos nuevos y tierra nueva, lágrimas enjugadas, dolor borrado y una eternidad con Jesús. El “nuevo orden” de los hombres es pasajero; el nuevo orden de Dios es eterno.
Por eso, mientras aún es tiempo, la invitación es personal: Entrégale tu vida a Cristo hoy. Consagra tus pensamientos, tus decisiones, tu tiempo y tu futuro a Sus manos. Si caminas con Él ahora, no tendrás nada que temer cuando se desate la tormenta.
El mismo Jesús que sostuvo a Sus fieles en el pasado sostendrá también a los que permanezcan firmes en el último conflicto… y muy pronto, los que hoy eligen serle fieles verán con sus propios ojos la Aurora del Reino que jamás tendrá fin.